Canción 5 de Fernando de Herrera

CANCIÓN V

Inclinen a tu nombre, ô luz d' España,
ardiente rayo del divino Marte,
Camilo, y el belígero Africano,
y el vencedor de Francia y d' Alemaña,
la frente, armada de valor y d' arte;
pues tú, con grave seso y fuerte mano
por el pueblo Cristiano
contra el ímpetu bárbaro sañudo
pusiste osado el generoso pecho,
cayó el furor ante tus pies desnudo,
y el impio orgullo Vándalo deshecho,
con la fulmínea espada traspasado,
rindió l' acerba vida al fiero hado.

De ti temblaron todas las riberas,
todas las ondas, cuantas juntamente
las colunas del grande Briäreo
miran; y al tremolar de tus vanderas,
torció el Nilo medroso la corriente,
y el monte Libio, a quien mostró Perseo
el rostro Meduseo,
las cimas altas umilló rendido
con más pavor, que cuando los gigantes,
y el áspero Tifeo fue vencido,
postráronse los bravos y arrogantes,
temiendo con espanto y con flaqueza
el vigor de tu ecelsa fortaleza.

Pero en tantos triünfos y vitorias,
la que más te sublima y esclarece,
de Cristo ô ecelso capitán, Fernando,
y remata la cumbre de tus glorias,
con qu' a la eternidad tu nombre ofrece;
es, que peligros mil sobrepujando,
bolviste al sacro vando,
y a la cristiana religión traxiste
esta insine ciudad y generosa;
qu' en cuanto Febo Apolo de luz viste,
y ciñe la grande orla espaciösa
del mar cerúleo, no se vê otra alguna
de más nobleza y de mayor fortuna.

Cubrió el sagrado Betis de florida
púrpura y blandas esmeraldas llena
y tiernas perlas, la ribera ondosa,
y al cielo alçó la barba revestida
de verde musgo; y removió en l' arena
el movible cristal de la sombrosa
gruta y la faz onrosa,
de juncos, cañas y coral ornada,
tendió los cuernos úmidos, creciendo
l' abundosa corriente dilatada,
su imperio en el Océano estendiendo;
qu' al cerco de la tierra en vario lustre
de sobervia corona haze ilustre.

Tú después que tu espíritu divino,
de los mortales nudos desatado,
subió ligero a la celeste alteza,
con justo culto, aunqu' en lugar, no dino
a tu inmenso valor, fuiste encerrado;
hasta qu' aora la real grandeza,
con eroica largueza
en este sacro templo y alta cumbre
trasfiere tus despojos venerados,
do toda esta devota muchedumbre,
y sublimes varones, umillados
onran tu santo nombre gloriöso,
tu religión, tu esfuerço belicoso.

Salve, ô defensa nuestra, tú que tanto
domaste las cervizes Agarenas,
y la fê verdadera acrecentaste,
tú cubriste a Ismael de miedo y llanto,
y en su sangre ahogaste las arenas,
qu' en las campañas béticas hollaste;
tú solo nos mostraste,
entre el rigor de Marte viölento,
entre el peso y molestias del govierno,
juntas en bien travado ligamento,
justicia, piëdad, valor eterno;
y cómo puede, despreciando el suelo,
un príncipe guerrero alçars' al cielo.