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Brilla el ardoroso estío,
¡adorado dueño mío!
en tu rostro floreciente;
y el invierno, siempre frío,
en tu pecho indiferente.
Mas no pasa el tiempo en vano:
tu rostro el invierno cano
mustiará sin compasión;
y entonces ¡ay! el verano
arderá en tu corazón.
Brilla el ardoroso estío,
¡adorado dueño mío!
en tu rostro floreciente;
y el invierno, siempre frío,
en tu pecho indiferente.
Mas no pasa el tiempo en vano:
tu rostro el invierno cano
mustiará sin compasión;
y entonces ¡ay! el verano
arderá en tu corazón.