Juntos tú y yo vinimos a la vida,
llena tú de hermosura y yo de amor;
a ti vencido yo, tú a mí vencida,
nos hallamos por fin juntos los dos.
Y como ruedan las mansas, adormidas,
juntas las ondas en tranquila mar,
nuestras dos existencias siempre unidas
por el sendero de la vida van.
Tú asida de mi brazo, indiferente,
sigue tu planta mi resuelto pie;
y de la senda en la áspera pendiente
a mi lado jamás temes caer.
Y tu mano en mi mano, paso a paso,
marchamos con descuido al porvenir,
sin temor de mirar el triste ocaso
donde tendrá nuestra ventura fin. . .
Son nuestras almas místico rüido
de dos flautas lejanas, cuyo son
en dulcísimo acorde llega unido
de la noche callada entre el rumor;
cual dos suspiros que al nacer se unieron
en un beso castísimo de amor;
como el grato perfume que esparcieron
flores distantes y la brisa unió.
¡Cuánta ternura en tu semblante miro!
¡Que te miren mis ojos siempre así!
Nunca tu pecho exhale ni un suspiro
y eso me basta para ser feliz.
¡Que en el sepulcro nuestros cuerpos moren
bajo una misma lápida los dos!
¡Mas mi muerte jamás tus ojos lloren,
ni en la muerte tus ojos cierre yo!
llena tú de hermosura y yo de amor;
a ti vencido yo, tú a mí vencida,
nos hallamos por fin juntos los dos.
Y como ruedan las mansas, adormidas,
juntas las ondas en tranquila mar,
nuestras dos existencias siempre unidas
por el sendero de la vida van.
Tú asida de mi brazo, indiferente,
sigue tu planta mi resuelto pie;
y de la senda en la áspera pendiente
a mi lado jamás temes caer.
Y tu mano en mi mano, paso a paso,
marchamos con descuido al porvenir,
sin temor de mirar el triste ocaso
donde tendrá nuestra ventura fin. . .
Son nuestras almas místico rüido
de dos flautas lejanas, cuyo son
en dulcísimo acorde llega unido
de la noche callada entre el rumor;
cual dos suspiros que al nacer se unieron
en un beso castísimo de amor;
como el grato perfume que esparcieron
flores distantes y la brisa unió.
¡Cuánta ternura en tu semblante miro!
¡Que te miren mis ojos siempre así!
Nunca tu pecho exhale ni un suspiro
y eso me basta para ser feliz.
¡Que en el sepulcro nuestros cuerpos moren
bajo una misma lápida los dos!
¡Mas mi muerte jamás tus ojos lloren,
ni en la muerte tus ojos cierre yo!